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¿Podemos defender a la naturaleza en tiempo de crisis política?

Actualizado: 27 oct 2023

Por Gaby Merizalde y Ana Espinoza


Casi simultáneamente, Chile, Ecuador, Bolivia, Colombia, Hong Kong, Haití y otros países del mundo entraron a un periodo de crisis política relacionado a su panorama económico y social. Amplias jornadas de protestas de a poco escalaron a escenarios alarmantes con casos de violaciones a los derechos humanos.


Más de 200 personas sufrieron de trauma ocular severo a causa de la fuerza policial en Chile, país donde la CIDH confirmó la vulneración de derechos. Mientras tanto, en Colombia, el paro nacional duró aproximadamente 1 mes y una semana.


Escenarios como estos no se vivían desde hace varias décadas, particularmente en Latinoamérica, donde las protestas continúan en varios países de la región. Pese a que cada movilización tiene causales y motivos distintos, forman parte de una crisis política mundial, cuyo desenlace es aún incierto.


En un mundo convulsionado, parecería que las alarmantes crisis medioambientales quedan en el limbo y no son tan importantes. ¿Pero esto quiere decir que una lucha es más importante que otra?

Protestas en Chile. Foto: Carlos Figueroa [CC BY-SA 4.0]


La lucha ambiental tiende a ser vista como algo lejano por los ciudadanos, algo que sucederá en el futuro. Y a nivel de los líderes políticos y los tomadores de decisión, suele ser opacada por las necesidades supuestamente más apremiantes del desarrollo económico, como el crecimiento de la industria y el aprovechamiento de los recursos naturales.


La primera Cumbre de la Tierra se celebró en 1972. Desde ese entonces, los países en vías de desarrollo no podrían pensar en temas como la conservación mientras no superaran desafíos como la pobreza y la inequidad social, incluso si se alcazaba con modelos de desarrollo insostenibles que perjudicaban la naturaleza.


Hasta ahora, el debate sobre la prioridad de la crisis ambiental mundial para los países sigue en pie en el discurso de algunos líderes, como Jair Bolsonaro, quien ha afirmado que “es una falacia decir que la Amazonía es un Patrimonio de la Humanidad”, línea de pensamiento que además se ha reflejado en sus políticas y que han puesto en peligro a la selva tropical más grande del mundo. También está el caso de Donald Trump, cuyo gobierno anunció la salida de EE.UU. del Acuerdo climático de París, a pesar de ser el segundo país con las emisiones de CO2 más altas del mundo. Y así llegamos a Vládirmir Putin, quien emitió la discutible opinión de que nadie le ha explicado a Greta Thunberg, líder ambientalista de 17 años, qué implican los altos costos de las energías renovables para las economías subdesarrolladas.


El discurso ambiental se ve como algo superficial y aquellos que milagrosamente logran posicionarlo en la agenda mundial, son cuestionados.

Greta Thunberg se convirtió en un fenómeno mundial con su último discurso en la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas. “Me han robado la infancia”, afirmó desafiando a los líderes mundiales, lo que causó miles de reacciones en redes sociales, que incluyen aplausos, pero también cientos de mensajes de descontento.

Durante la última Cumbre sobre Cambio Climático COP25 en Madrid, Greta, volvió a reprender a los líderes mundiales, exigiendo que enfrenten la crisis climática con la urgencia que todos necesitamos, y llamó a todos los ciudadanos a gestar el cambio que los gobiernos y las empresas no dan paso.



Pero solo la palabra “desastre” puede definir lo que vino después. La cumbre más larga de la historia fracasó debido a las barreras impuestas por los países más contaminantes como Estados Unidos, China y Brasil. Algunos incluso afirman que pasó a la historia como “la COP de las lágrimas”, marcada por la decepción, la pena y la indignación. Una vez más, los gobiernos ignoraron la necesidad de sus propios ciudadanos y naciones de un futuro con un medio ambiente saludable y un calentamiento por debajo de 1,5 grados centígrados.

El mayor error es separar el medio ambiente del bienestar social, pese a que están estrechamente relacionados. Volver a vincularlos en la agenda mediática mundial es uno de los principales desafíos a los que nos enfrentamos.

Percepciones cotidianas, y hasta políticas, como “lo boto en la basura común porque no hay un basurero de reciclaje” o "la opción más ecológica es muy cara", son el reto a superar mediante un modelo de desarrollo sostenible, un compromiso serio de nuestros gobiernos, la comunicación y la educación. Sin políticas ambiciosas y serias con el medio ambiente, la transición hacia un mundo sostenible no se dará a la velocidad que el planeta necesita.


La ciudadanía, y sobretodo los líderes políticos, necesitan conectar la lucha por el medio ambiente con las causas del caos político y social por el que están pasando varios países. Muchas de las crisis sociales en curso han sido agravadas, o incluso podrían empeorar por problemas ambientales.


Actualmente, desastres naturales como huracanes y fenómenos climáticos como el fenómeno de El Niño, ya causan enormes pérdidas en el sector agrícola e incrementan la pobreza de quienes dependen de esta actividad para su subsistencia, especialmente en los sectores más vulnerables de la población con bajos recursos económicos.


Dos niños caminan sobre una zona residencial en Somalia, tras inundaciones que desplazaron a 150.000 personas. (Noticias ONU)


El panorama mundial es crítico. ONU Ambiente habla incluso de un apartheid climático:


“El cambio climático tendrá consecuencias devastadoras para las personas en situación de pobreza. Incluso en el mejor de los casos, cientos de millones se enfrentarán a la inseguridad alimentaria, migración forzada, enfermedades y muerte. El cambio climático amenaza el futuro de los derechos humanos y corre el riesgo de deshacer los últimos cincuenta años de progreso en materia de desarrollo, salud mundial y reducción de la pobreza”.


Por supuesto, esto no quiere decir que a las crisis políticas y sociales urgentes sean desatendidas. Sino todo lo contrario. Los líderes mundiales necesitan darle un lugar prioritario a la crisis ambiental, porque está estrechamente relacionada con nuestra vida diaria y el porvenir de todas las generaciones actuales y futuras.

Así como somos parte de un sistema social con problemas reales que afectan nuestro bienestar, también somos parte (y dependemos) de la naturaleza, un sistema macro que está colapsando porque los principales tomadores de decisiones continúan postergando decisiones que podrían revertir su declive.


Así como no pretendemos que las crisis sociales se ignoren, tampoco queremos seguir sumando los años en los que el mundo hace caso parcial u omiso de las advertencias de miles de científicos sobre la crisis climática y la destrucción de la naturaleza.

Debemos posicionar y reposicionar el discurso ambiental como el discurso de nuestra realidad, nuestra cotidianidad, nuestro presente y nuestro futuro.


Unos cuantos grados más o unas especies menos, no son problemas que puede esperar en el limbo por siempre. Si lo seguimos ignorando, solo empeorarán los muchos problemas políticos que ya tenemos sobre la mesa.

Ahora en el 2020…


Los primeros días del 2020, de una nueva década, nos traen una crisis de incendios sin precedentes en Australia. La magnitud de este incendio es mayor a los ocurridos en la Amazonía, con cientos de millones de animales afectados, especies únicas en el mundo en riesgo, y cerca de 30 víctimas mortales. Miles de personas ya han sido evacuadas. Y aunque el cambio climático no inició esta tragedia, sí podría agravarla aún más, pues aún faltan meses de un caluroso verano. Mañana el incendio podría ser cerca de nosotros. No podemos esperar para exigir acción por el medio ambiente, debemos unirnos al movimiento mundial con cambios significativos en nuestras rutinas, y presionar a los gobiernos. Si bien, no es fácil responder a la pregunta de si podemos defender la naturaleza en tiempo de crisis políticas, sabemos que DEBEMOS hacerlo, para apaciguar y prevenir su surgimiento y el avance de una crisis ambiental aún más grave.


El tiempo apremia.

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